La responsabilidad social y la orientación de la organización al bien común
La
responsabilidad social no es una cuestión puramente técnica o económica. Detrás
de un comportamiento de la organización que es bueno, desde el punto de vista
ético, se encuentra la justificación que hace legítima su existencia. Más allá
del reconocimiento social o de la aceptación pública de una organización, está
la reflexión acerca de su sentido, de su razón de ser en la sociedad. Si se
cumplen las leyes y se actúa conforme a los valores sociales imperantes,
podemos hablar de un tipo de legitimidad social, que es conveniente, pero que
no aseguraría, necesariamente, un comportamiento éticamente bueno.
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La legitimidad ética de
cualquier organización, no sólo la empresarial, «tiene su referente en los
principios que rigen el orden social y, en último término, en aquello que
constituye la razón de ser de la sociedad y de todas las instituciones
sociales: el bien común.
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El bien común es un
concepto ético que se refiere al bien de las personas y, en relación con ellas,
el conjunto de condiciones de la vida social que facilitan el desarrollo como
seres humanos de quienes integran la sociedad. Dicho brevemente, bien común es
todo aquello que contribuye al común desarrollo humano»
Principios
éticos básicos de responsabilidad social
- · El principio de respeto a los derechos humanos constituye un principio ético básico de responsabilidad social que puede enunciarse como el deber que tiene toda organización de respetar los derechos fundamentales de la persona, precisamente por el hecho de ser personas.
- · El principio de solidaridad, constituye un principio ético de responsabilidad social que establece que los individuos y los grupos sociales han de contribuir al bien de la sociedad a la que pertenecen de acuerdo con su propia naturaleza y capacidades.
- · El principio de subsidiariedad constituye un principio ético de responsabilidad social que establece que las estructuras sociales de orden superior han de respetar y promover la iniciativa y la actividad de las organizaciones con miras al bien común, y éstas a su vez han de hacer lo mismo con las personas individuales. Dicho de otro modo, el Estado y las instituciones públicas deberían favorecer y apoyar la iniciativa de las organizaciones, sin suplantarlas, a menos que lo exigieran sólidas razones de bien común.
Bibliografía
Guillén, Manuel. Ética en las organizaciones,
Construyendo confianza. Madrid: Pearson Educación S.A., 2006.
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